No tuvieron que desplazarse muy lejos, inicialmente, para encontrar a ese Jesucristo al que curar sus heridas, dar abrigo, dar de comer y beber, dar, en definitiva, una amorosa sonrisa y entrega total en uno de las más marginales zonas de Madrid a finales de los 40 y principios de los 50: el Puente de Toledo. Esta zona había sido declarada foco nacional de tuberculosis.
Todo el material que en esta página aporto procede de una de las protagonistas de esta congregación de Misioneras de Jesús, María y José, la hermana María Elena Segú Martín. Como el resto de sus hermanas jamás alentó el más mínimo gesto que atentara contra el espíritu de total y desinteresado servicio y entrega desde la más absoluta humildad.
Es por ello que al recoger ahora sus documentos, imágenes y experiencias quiero destacar mi firme intención de destacar no un particular afán de protagonismo hacia ella si no, por el contrario, el ejemplo que ella y otras jóvenes ofrecieron de absoluta entrega a Dios desde la renuncia a todo aquello que no fuesen los pobres que les habían encendido la llama de Amor.
Así pues, en los documentos que ahora publicaré, tal como reflejan los documentos anteriores, podemos encontrar en la entrega de la hermana María Elena el ejemplo de otras hermanas que le acompañaron entonces y que lo siguieron en décadas posteriores.
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Hermana María Elena Segú Martín |